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lunes, 29 de octubre de 2012
sábado, 27 de octubre de 2012
jueves, 25 de octubre de 2012
8vo Habito para Gerentes
8vo Habito (Resumen)
A pesar de todos los
cambios que ha sufrido el mundo laboral (nuevas tecnologías, nuevas
concepciones, nuevos métodos, etc.), aún seguimos pensando en buena medida
desde el paradigma de la llamada Era Industrial, que considera a los trabajadores
como una materia prima más.
Esta es una concepción
en extremo inconveniente, pues no logra sacar lo mejor de cada una de las
individualidades que componen a la organización: algo fundamental en la Era de las Comunicaciones y la Información. Es
preciso, pues, hacer que los trabajadores identifiquen sus potencialidades y
aprendan a utilizarlas en beneficio propio y, en definitiva, de la
organización.
El octavo hábito supone
escuchar nuestra propia “voz interna” y enseñar a los demás a identificar la
suya propia. Se trata de enseñarle a los demás el arte de sacarle provecho a lo
que es propio de cada individuo; de modo
que cada persona se vuelva indispensable en la organización en virtud de sus
capacidades irrepetibles.
Sacarse la sangre en la modernidad
Los paradigmas son muy
poderosos. El viejo paradigma de la Era Industrial sostenía que la gente no era más
que un insumo, parecido a ciertas materias primas como el acero o la energía.
Por tanto, las personas eran tratadas como cosas, y no como individuos
integrales dotados de corazón, mente, cuerpo y espíritu; eran como objetos que
debían ser controlados y de los cuales se debía desconfiar. Pero, si bien las
circunstancias han cambiado desde entonces, el paradigma básico continúa entre
nosotros. Los trabajadores son objetos que deben ser controlados para que se
desempeñen efectivamente.
Esta es una visión
realmente disfuncional en la Era
de la Información
y el Conocimiento. En el antiguo paradigma, los trabajadores estaban sometidos
a mucho dolor y frustración independientemente de si eran exitosos o no.
Afortunadamente, el paradigma laboral está cambiando hoy en día, y el “octavo
hábito” es una expresión de tal cambio.
El octavo hábito no significa añadir otro hábito a los siete que habían
sido planteados con anterioridad. Significa aplicarle una “nueva dimensión” a
los Siete hábitos de la gente altamente
exitosa, que mejora el desempeño de cada uno de ellos.
El octavo hábito supone
“encontrar nuestra voz y ayudar a los demás a encontrar la de ellos”. En este
contexto, “voz” se refiere al valor intrínseco de cada persona en el ámbito
laboral.
Haciendo algo diferente
Un coronel con más de
30 años de experiencia comanda una base militar. En vez de retirarse, decide
quedarse e impulsar un cambio de cultura en la organización. Sabe que será una
gran batalla.
Cuando alguien le
pregunta por qué no se retira y se evita así problemas, el coronel explica que
justo antes de morir, su padre le susurró las siguientes palabras: “Hijo, no
hagas lo que yo hice: nunca hice nada por ti o por tu madre, y en realidad
nunca hice nada diferente”. El coronel explicó que estaba decidido a
implementar cambios en su regimiento que tuvieran un impacto positivo hasta
mucho después de su muerte. Todos tenemos la oportunidad que tuvo el coronel: vivir mediocremente o
con grandeza. La buena noticia es que si hemos escogido la mediocridad, siempre
podemos regresarnos; siempre es posible escoger la grandeza.
Descubrir nuestra voz
Encontrar nuestra voz
supone cumplir con nuestro potencial interior. Es decir, encontrar aquel
trabajo que verdaderamente aproveche nuestro talento y alimente nuestra pasión.
El mayor don que recibimos al nacer es la capacidad de decidir si
desarrollaremos o no nuestro potencial. Esta es una elección que podemos hacer
entre acción y acción. Es preciso reflexionar y determinar cuál será nuestra
reacción. La capacidad para entender nuestra libertad para elegir nos abre la
puerta a cuatro habilidades o inteligencias:
1. Mente: IQ es la inteligencia mental: mucha gente la
considera la inteligencia por excelencia. Sin embargo, es una opinión muy
limitante.
2. Cuerpo: PQ es la inteligencia corporal: este tipo de
inteligencia es normalmente descartado, pues no tiene relación con la
conciencia. No es necesario pensar para respirar o para que nuestro corazón
lata. Sin embargo, esta inteligencia responde constantemente al ambiente para
mantenernos saludables, libres de infecciones, etc.
3. Corazón: EQ es la inteligencia emocional: para poder comunicarnos
bien con los demás, es preciso que seamos diligentes, sensibles y empáticos.
Una persona con un EQ alto sabe qué decir y cuándo decirlo; cómo sentirse y
cómo expresar dichos sentimientos. Según ciertos estudios, el EQ es un factor
que influye más en nuestro éxito que el IQ.
4. Espíritu o Alma: SQ es la inteligencia espiritual: esta
es la inteligencia más importante, pues dirige las actividades de las otras
tres. Nuestro interés por darle sentido a las cosas y por fijarnos objetivos
desarrolla nuestro SQ.
La mayor expresión
Para encontrar nuestra
voz, es preciso entrar en contacto con
los cuatro elementos que forman a una persona: mente, cuerpo, corazón y
espíritu. Normalmente, las personas exitosas logran elevar cada una de dichas
inteligencias a su mayor expresión:
1. Mente = Visión: cuando la mente está completamente
desarrollada, logramos visión, es decir, la habilidad de identificar el mayor
potencial de cada persona, de las instituciones y de las empresas. La gente que
no ejercita la capacidad mental de crear, o que la desaconseja, carece de
visión. Son incapaces de ver las maravillosas posibilidades que se abren en
circunstancias adversas. Cuando alguien carece de visión, termina haciendo el papel
de víctima.
2. Cuerpo = Disciplina: para poder convertir la visión en
realidad, es preciso ser disciplinado. La disciplina es el hijo de la visión y
el compromiso. Es preciso tener ambos.
3. Corazón = Pasión: quienes desarrollan un corazón sabio sienten
la ardorosa pasión de la convicción, la llama que sostiene la disciplina
necesaria para alcanzar la visión. La pasión fluye desde el encuentro y uso de
nuestra voz hasta el logro de grandes cosas.
4. Espíritu = Conciencia: desarrollar nuestra identidad
mental nos permitirá elegir el camino adecuado.
A medida que conozca,
respete y equilibre estas manifestaciones de si mismo, se crea una sinergia
entre ellas. Entonces uno comienza a comprender qué somos capaces de lograr, y
eso nos energiza.
La voz humana es única
y significante, ya que se encuentra en la intersección de sus únicos:
Talentos: sus fortalezas y habilidades naturales.
Pasiones: aquello que le emociona y entusiasma.
Necesidades.
Conciencia: la pequeña voz interior que discrimina lo que
es correcto de lo que no.
Definición de liderazgo
El liderazgo es la
habilidad de propiciar que los demás entiendan su propio valor y potencial, y
que sean capaces de vivir en concordancia con ellos. La visión laboral de la Era Industrial
fracasó porque no cultivó la confianza, puso al jefe en el centro de toda
actividad, restó poder a toda la gente y desalineó los intereses individuales y
los de la organización. Una alternativa es poner en práctica el octavo hábito y
los siete que lo preceden. Comience por desarrollar sus cuatro inteligencias,
identificar su propia voz y expresarse a través de ella.
Para ser un líder,
pruébese a usted mismo que usted es confiable. La mayoría de los líderes deben
su fracaso a una pobre personalidad. Los líderes deben demostrarle a los demás
su compromiso con ciertos valores: mantener las promesas, ser honesto, íntegro,
etc.
Aprendiendo a estimular
¿Por qué debemos
estimular a los demás para que encuentren su propia voz? Consideremos las
alternativas. Es posible mantener un férreo control sobre los demás, pero eso
no suele ser muy fructífero. Por el contrario, podemos darles responsabilidades
a los demás, y permitirles hacer lo que quieran. Pero eso tampoco es muy
prudente. La solución es dar a los demás una “autonomía dirigida”, es decir,
trabajar con los demás para establecer sus objetivos y, ¡luego, darles la
autonomía necesaria para lograrlos. Un
acuerdo ganar-ganar no es un contrato legal ni una descripción de cargo. Es un
contrato psicológico y social escrito en el corazón y la mente de la gente.
Este tipo de acuerdos propicia que los colegas se comprometan con los más altos
objetivos de la compañía.
Inspirar a los demás
Para que una
organización haga algo equivalente a expresar la voz, sus líderes deben cumplir
cuatro roles fundamentales:
1. Dar el ejemplo: dé
el ejemplo con sus acciones, no despierte falsas expectativas. Escuche a los
demás y compórtese de un modo irreprochable.
2. Encontrar el
camino: propicie un sentido de dirección y orden en la organización.
3. Alinear: ayude a
su organización a ser coherente con el espíritu de confianza y estímulo.
4. Estimular: acepte y acoja los cuatro elementos
constituyentes de la naturaleza de una persona: corazón, mente, cuerpo y
espíritu. Confíe en que los demás serán capaces de hacer elecciones por sí
mismos.
Para ayudar a la
organización a encontrar su propia voz y alcanzar la grandeza, estos roles
deben ser orientados a: Proveer enfoque: incluye los roles de “dar el ejemplo”
y “encontrar el camino”. Para lograrlo:
Expanda su radio de influencia.
Sea digno de confianza.
Construya relaciones fuertes y confiables.
Desarrolle alternativas que combinen las voces de todos.
Construya una visión común.
Ejecutar mejor: incluye
los roles de “alinear” y “estimular”.
Para lograrlo debe:
Alinear los objetivos y los sistemas.
Darle poder a los demás.
Tendiendo puentes
Es preciso superar seis
brechas para que el estímulo sea algo más que palabras:
1. Falta de claridad:
el viejo paradigma de la
Era Industrial suponía que cuando se anunciaba un programa a
la fuerza laboral, esta debía entenderlo y acatarlo sin más. La Misión de la compañía era
el resultado de la iniciativa de los expertos. Fijar la misión y visión era
meramente un asunto de relaciones públicas. Los trabajadores debían esperar
siempre a ver qué pasaba. Pero en la
Era de las Comunicaciones, es preciso que los trabajadores
tengan iniciativa y se involucren en el negocio.
2. Falta de
compromiso: en vez de “venderle” nuevas ideas a la fuerza de trabajo, el octavo
hábito respeta a las personas como un todo. Las organizaciones que han asumido
el paradigma de la Era
de las Comunicaciones toman en cuenta el bienestar de la mente, el cuerpo, el
corazón y el espíritu.
3. Falta de acción:
los objetivos deben traducirse en hechos.
Para los trabajadores
de la Era de las
Comunicaciones, esto se logra no tanto cumpliendo con la descripción del cargo,
sino alineando objetivos e incentivos con el fin de obtener los resultados
esperados.
4. Falta de libertad:
en la Era Industrial
se pensaba que la gente era un gasto y las herramientas una inversión. Una
mejor idea es establecer una tabla en la que sean comparados objetivos con las
capacidades individuales de cada trabajador. Esto permitirá que ellos entienda la estructura de la compañía y
cómo serán logrados los objetivos.
5. Falta de sinergia: para lograr sinergia, los gerentes
deben entender la “tercera alternativa”: cuando hay dos ideas o posiciones en
conflicto, los gerentes pueden llegar (escuchando y pensando creativamente) a
una tercera posibilidad que sea aceptable para ambas partes.
6. Falta de controles mutuos: es preciso que haya un control
mutuo y una comparación abierta del progreso alcanzado.
Ayudar a los demás
El mejor modo de
utilizar los ocho hábitos es ayudar a los demás. La razón última por la que
establecemos organizaciones es para ayudar a los demás. La noción de brindar
servicio más allá de uno mismo, nos da la autoridad moral necesaria para ser un
gran líder. El problema no es: “¿Qué hay
para mí?”; sino: “¿Qué hay en mí que pueda brindar a los demás?” Tras emprender
el viaje de encontrar nuestra propia voz, debemos también ayudar a los demás a
encontrar su propia voz. Cada persona tiene un valor intrínseco. Una
organización no tiene límites cuando el liderazgo deja de ser un cargo y se
convierte en una opción. Escoger ayudar a los demás se vuelve así en el hábito
más ilustrado de todos.
martes, 23 de octubre de 2012
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